El Pianista que aprendió a volar

Podrías llamarlo pasión, extravagancia o, en español moderno, pánico, pero un detalle tan llamativo no puede ser fruto de la casualidad. “Supongo que viene de mi condición de soñador. Y así como aprendí a volar, realicé muchos de los sueños que tenía cuando comencé a sentarme frente al piano”, concede el hombre de pelo rizado y un verbo tan imparable como sus ya clásicos dedos al galope sobre el piano. teclado.

La conversación transcurre en los lujosos sofás de Cezanne Producciones, los estudios que el productor Javier Monteverde dirige desde hace dos décadas en un polígono industrial de Las Rozas. Allí, en este refugio escondido entre una larga fila de talleres mecánicos, la magia opera con cierta frecuencia y se materializan quimeras que cualquiera consideraría inaccesibles. Puede dar fe Iván, el hombre al que todos conocen con el apelativo de “Melón” desde que un compañero algo pérfido de pupitre se lo adjudicó, de niños, en la escuela de música (“yo era muy flaco y con la cabeza muy grande , como un chupete”). En medio de una tormenta, Filomena grabó Viajero, su brillante quinto disco en solitario, al frente de una decena de músicos y con Gonzalo Rubalcaba y Jorge Pardo como invitados especiales. Y el pasado 18 de noviembre, tras un tormentoso viaje a Las Vegas, escuchó cómo el nombre de este trabajo salía del sobre con el Latin Grammy al mejor disco de jazz latino de la temporada.